Adolescencia: responsabilidad de la sociedad
Había estado evitando consumir historias oscuras de un tiempo para acá pero decidí ver Adolescence, serie británica de Netflix, producida por mi querido Brad Pitt y protagonizada por Stephen Graham.
Al ser fanática de las historias criminales, Snatch y ser hermana de un adolescente de 13 años no podía perderme esta pequeña serie de 4 capitulos, filmada, además, en plano secuencia. Imperdible.
Me quedé pensando en las consecuencias del desapego emocional involuntario en la familia, los factores controlables y no controlables, el sentimiento de culpa, la carga de responsabilidad y demás matices involucrados en las relaciones humanas y especialmente en la de padres-hijos.
En comentarios de YouTube, una persona opinaba que la clase social es crucial para que un adolescente tenga un comportamiento violento. Decía que esto sucedía más en las personas pobres, ya sea por la falta de educación o ausencia de los padres.
En mi opinión, si bien los recursos económicos pueden tener influencia en el desarrollo emocional y mental de una persona -al proporcionar con mayor facilidad todos los recursos necesarios para prevenir o corregir un comportamiento-, creo que no debemos perder de vista que el factor determinante es la falta de conciencia.
La falta de conciencia lleva a la deshumanización de la sociedad, a la indiferencia y eso no tiene que ver directamente con la clase social. Muchas veces el poder adquisitivo conduce a una disrupción del pensamiento, como una creencia de superioridad igualmente peligrosa que la creencia de inferioridad que puede tener alguien de bajos recursos.
No es solamente la ausencia física del padre o madre lo que afecta el adecuado desarrollo psicosocial de un adolescente sino la ausencia emocional de los mismos, que a esa edad es clave. La aceptación y validación por parte de nuestros padres es importante desde edades tempranas, episodios de rechazo o vergüenza pueden quedarse marcados y moldear la mente, la percepción y hasta la conducta años después.
Un padre ausente emocionalmente no otorga la validación necesaria porque ni siquiera sabe cómo. Comúnmente es alguien que no sabe lidiar con sus propios sentimientos y emociones porque, probablemente, nunca fue enseñado. Simplemente hace lo que puede con lo tiene.
Si a eso le sumamos una cultura en donde los roles están aún definidos por la falta de expresión emocional para los hombres, el panorama se complica aún más. No da paso a un ambiente de confianza en donde sentirse seguro.
El adolescente entonces buscará un sentido de pertenencia de inmediato. Este refugio puede ser algo considerado normal y sano como el fútbol, el arte, los cómics, o puede ser un grupo vandálico o de ideologías radicales que los guíen a un comportamiento agresivo hacia ciertos integrantes de la sociedad.
Esta búsqueda de un grupo al cual pertenecer viene cargado de opciones que, sin una guía adecuada para su bienestar, pueden pasar a convertirse en ideas arraigadas a un nivel de credibilidad increíble por el adolescente. De este modo, el pequeño creerá firmemente en todo aquello en lo que él se pueda sentir identificado, porque es la identidad lo que le da pertenencia, le ayuda a saber quién es en este mundo.
Esta percepción de la realidad será aún más nutrida en la conexión en línea. La comunidad virtual es un lugar seguro en su nuevo sistema de creencias. Es detrás de la computadora en donde puede confirmar lo que piensa y en lo que cree, es ahí donde puede sentirse respaldado por otros igual que él, pero, irónicamente, es justo en este mismo lugar de confort donde puede sentirse realmente amenazado si considera como ataque una opinión contraria. En la fragilidad de la internet, un mensaje o un simple comentario puede ser brutal para alguien con autoestima frágil.
Para muchos el mundo virtual pesa más que el real. Cualquier cosa compartida en redes sociales se vuelve pública y si una situación "en contra de ti" obtiene cierto número de "likes" te puede afectar considerablemente. Si un adulto, hoy en día, no está del todo preparado para lidiar con ello, imagínate un menor sin las bases necesarias para distinguir lo que más le conviene en su sano desarrollo.
Los padres han permitido -incluso por comodidad- que sus hijos coloquen una barrera entre ellos y su apreciado mundo digital que incluye el contenido que consumen, los códigos de comunicación y los amigos que prefieren. Es que los papás están muy ocupados, y el poco tiempo libre que tienen incluso lo ocupan para lo mismo, estar en el teléfono.
La desconexión que los adultos suelen buscar mediante internet con el objetivo de no pensar en las preocupaciones diarias provoca a su vez una desconexión emocional con su familia. Es precisamente el poco esfuerzo al pensar lo que promueve la falta de autoconciencia en uno mismo.
No podemos corregir algo si no nos conocemos lo suficiente para detectarlo. Sin embargo, lo peor del caso es que aún con el mayor esfuerzo no podemos controlarlo todo. Hay factores ambientales que siempre van a influir más allá de la educación, el apoyo emocional, las amistades o la transmisión de valores. En ese sentido, los factores genéticos también tienen un rol importante que predispone a una persona para inclinarse hacia una conducta u otra.
Mi reflexión es que, si bien no podemos controlar absolutamente todo, sí podemos hacer el esfuerzo de estar presentes en el presente, de notar los pequeños detalles, de organizar mejor nuestro tiempo, abrir la mente para comunicarnos de una manera más transparente con nuestros adolescentes y, sin juzgar, hacerlos sentir genuinamente amados, escuchados y aceptados y...
Si aún así algo sale mal, quizá podamos tener más respuestas que preguntas. Al menos sabremos que hicimos todo lo que estaba en nuestras manos, a conciencia, para hacer de este mundo un lugar mejor, o mejor dicho, un mundo más humano.
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