HAMLET

 Ensayo 

Muchos ubican a Hamlet sin haber leído su historia. Porque muchas veces pasa que conocemos personajes solamente desde la superficialidad de lo que dice la gente.

Vale la pena conocer a Hamlet. Nunca lo hubiera imaginado, incluso mientras lo leía publiqué un tweet diciendo lo siguiente “si me hubieran dicho que Hamlet me haría pensar en El Rey León lo hubiera leído desde antes” el que ya leyó la obra me entenderá, o bueno, tal vez no.

Hamlet es un personaje tan rencoroso, directo y vengativo que puede llegar a caer mal al comienzo pero conforme vas avanzando escena por escena vas creando una simpatía por él. Sin duda la pasión se refleja de muchas maneras en una persona y aunque en Hamlet estaba dirigida hacia un objetivo muy crudo es gracias a esa pasión que logra finalmente sentirse vivo.

Qué lamentable que las personas, si bien nos va, tardemos tanto en abrir la mente a la lectura y desaprovechemos años sin conocer grandes autores que mediante sus escritos nos pueden ayudar a reencontrarnos, a perder miedos o encontrar nuevos. Hay libros, ensayos, cuentos que nos reconfortan y nos sirven de salida hacia mejores mundos, reales o imaginarios y si digo que bien nos va si así de tarde los conocemos es porque peor que eso son las personas que los conocen mucho después de necesitarlos, o el escenario más triste: que ese momento jamás llegue.

Las personas se limitan cuando no participan –ya sea porque no quieren o no pueden- en lecturas y pláticas llenas de saberes, argumentos y creatividad. Para muchas personas el mundo de posibilidades que hay afuera es deficiente pero con eso se conforman. Es una reacción en cadena, como si se contagiaran de conformismo y mediocridad.

Les vengo a contar la historia de mi amigo Hamlet, Príncipe de Dinamarca. He vivido para contarla como si de una misión de vida se tratara pues esa fue la encomienda que me encargó el Príncipe antes de morir.

Habían pasado 2 meses después de que Claudio arrebatara vida y reino a su hermano, el Rey y padre de Hamlet. Esto era razón suficiente para que Hamlet deambulara por los rincones de su Palacio con un semblante triste. Sin embargo, parecía ser el único que guardaba luto.

 Cuando sus familiares le preguntaban el motivo de su imagen acongojada solamente se limitaba a responder que se debía a largas horas exponiéndose al sol. Gertrudis, la madre de Hamlet lo incitaba a animarse. Le decía que no olvidara que todo era parte del ciclo de la vida. Que el paso a la muerte forma parte de la ley natural. Pero para Hamlet su madre parecía confundirse, pues la ley natural no incluye al asesinato.

Claudio ahora era el Rey y veía a Hamlet ya no solamente como su sobrino sino también como su hijo. Por tanto, se sentía con derecho de aconsejarlo cual padre preocupado. Le dijo a Hamlet que la idea de perseverar obstinadamente en un duelo es mas irreverencia que devoción. Además ¿Cómo podía eso ser cosa de hombres? Peor que eso, llorarle tanto a alguien es contrario a los designios divinos y señal de un corazón débil.

Que fácil para Claudio decirle esas palabras.

Hamlet constantemente pensaba en el suicidio tras la muerte de su padre. Pero ¡Oh! El suicidio estaba prohibido por las leyes divinas. Ahora eso le parecía a Hamlet muy anticuado porque era una imposición seguir viviendo y ver como padre al que un par de meses atrás había sido su tío. En sus palabras, Claudio ni siquiera era digno de besar las suelas de los zapatos de quien fue su padre. Un verdadero hombre, amoroso y digno.

Por su mente rondaba un pensamiento una y otra vez: un animal irracional hubiera llorado la muerte del Rey durante más tiempo que su tío, y ¿Cómo era posible que su madre hiciera tal grosería? Casarse con su cuñado. Una cama incestuosa y nada más.

A pesar de la tragedia en su cabeza y sabiendo que de algo mal hecho nada bueno se desprende, decidió callar y aceptar ese mal.

Yo siempre me dirigí a Hamlet con mucha deferencia y cariño. Después de todo, era el Príncipe de Dinamarca. Gracias a la relación cercana que teníamos Hamlet me confesó que constantemente veía a su padre en su mente.

Cuando escuché eso, no dudé en platicarle de manera inmediata un acontecimiento durante la vigilia de unos veladores del Palacio. Ellos vieron una silueta increíblemente parecida al padre de Hamlet y una noche ¡Yo mismo lo comprobé! Le juré a Hamlet que también había visto a su padre. El Rey parecía apenado en esa visión, para nada enojado. Tras escuchar mi anécdota, Hamlet me propuso acompañarme en la siguiente vigilia para verlo él mismo.

No puedo seguir contando la historia de Hamlet sin mencionar a Polonio -consejero principal de Claudio- y sus hijos, Ofelia y Laertes.

Laertes, cumplido su deber, confiesa que se iría hacia Francia. Su padre, Polonio, después de miles de suplicas lo deja partir.

Antes de irse, su hermana Ofelia le comenta que el príncipe Hamlet está enamorado de ella pues ha recibido cartas suyas y regalos. Laertes, al escucharla, le aconseja que no piense más en él porque quizá Hamlet debido a su rango y posición social debe doblegar su gusto a lo que es justo y conveniente al reino y por esa razón Ofelia no debía fiarse.

Ofelia le prometió a su hermano que recordaría esos consejos. Se despidieron pues Laertes estaba a punto de partir.

Y aquí vienen los consejos de Polonio a su hijo Laertes. Estos consejos son dignos de ser compartidos, no por salir de quien salieron, sino por el enorme valor de sus palabras. Por ende, los expongo a continuación:

“Guárdate de decir lo que piensas y nunca pongas en acción pensamientos impropios de ti. Sé sociable pero no excesivamente. Sé fiel a los amigos que te muestren fidelidad, pero no ofrezcas la mano al primero que llegue. Cuídate de enzarzarte en una riña, mas una vez que te hayas comprometido, lucha con tal furia que tu contendiente nunca más se atreva a importunarte. Escucha a muchos y habla a pocos. Acepta la crítica de todos y no critiques a nadie. Compra la ropa más cara que puedas, pero no gastes el dinero en fruslerías –debes vestir elegante, no llamativo ni barato- pues el hábito a veces hace al hombre, como bien saben los franceses de rango y calidad. Ni prestes ni tomes dinero prestado: si prestas a un amigo, perderás dinero y amistad; y si tomas prestado, pronto te arruinarás. Pero por encima de todo, nunca te mientas a ti mismo; pues de esto se sigue, como la noche al día, que no engañarás a nadie. Adiós, hijo mío, y que mi bendición y mis consejos vayan siempre contigo.”.

Laertes se despidió.

Ofelia se quedó con su padre Polonio y le comentó sobre lo que le dijo su hermano Laertes acerca de Hamlet. Polonio le pregunta si entre ella y Hamlet ocurre algo, a lo que Ofelia no sabe qué creer. Para Polonio ella es demasiado ingenua. Le aconsejó que debe mostrar su verdadero valor o sino lo que demostrará será que tiene un padre tonto. Le dijo que Hamlet era joven y que gozaba de mayor libertad que ella, por lo que -al igual que el consejo de Laertes- Ofelia no debía creer en las promesas de Hamlet pues eran falsedades disfrazadas de cortesía. Ofelia iba a obedecer.

En la noche de la vigilia, Hamlet me acompañó y estábamos listos para ver al fantasma de su padre. Y en efecto, lo vimos. Hamlet se acerco a él sin miedo y me dejó a mí, rezagado en el trayecto.

Hamlet hizo una promesa al fantasma y expresó lo siguiente: “Uno puede sonreír y ser malvado al mismo tiempo”. Me dijo con cierto cinismo que no había villano en toda Dinamarca que no fuera un sinvergüenza cauteloso.

La verdad es que para mí esas palabras no tenían mucho sentido. Pero mi respeto hacia Hamlet era tal que siempre lo escuché con atención y accedí a hacerle un favor al Príncipe. Juré no decirle a nadie lo que Hamlet había experimentado. Asimismo, no mostraría sorpresa alguna ante el comportamiento que tendría Hamlet de ese momento en adelante, aunque seguramente fuera tachado de loco.

Hamlet platicaba consigo mismo con bastante frecuencia. A veces decía que había perdido toda la alegría y que ya no sentía deseo de ocuparse de las tareas cotidianas. El ser humano ya no era una obra de arte para él ¿Cómo el más perfecto de todos los animales al final terminaría siendo tierra, polvo y nada?

Un día llegaron a la ciudad unos actores a los que Hamlet recibió muy gustoso. Quizá porque sabía que ellos serian el medio para cumplir la promesa que le hizo a aquel “fantasma”.

Hamlet pensó que esos actores, siguiendo sus indicaciones, podrían representar en una obra al asesinato de su padre. Una obra en presencia de la familia, su tío asesino y su madre ingrata, sería ideal para una confrontación. En caso de que se alterara Claudio, Hamlet sabría qué hacer.

Para Hamlet, el teatro sería el lazo que atraparía la conciencia del rey.

Antes de poner marcha a la obra, Claudio, Polonio y Gertrudis querían indagar sobre si Hamlet realmente estaba enamorado de Ofelia y tramaban provocar un encuentro entre los dos jóvenes para ver la reacción del Príncipe.

Cuando Hamlet se encontró finalmente con Ofelia, Claudio y Polonio espiaban escondidos. Hamlet le dice fríamente a Ofelia que nunca le ha mandado regalos y que nunca la había amado. Incluso le recomienda irse al convento pues era inconcebible que Ofelia deseara ser madre y dar al mundo más pecadores. Le sugirió que no pusiera fe en ningún hombre.

Ofelia creyó que Hamlet había perdido la cabeza y no daba crédito a tanta “locura”. Mientras para Claudio no había sido un discurso de loco. Por su parte Polonio pensaba que a la única a la que Hamlet le compartiría la causa de su dolencia sería a su madre. Para saberlo, ahora sería Polonio el único que escucharía a escondidas.

Durante ese día, Hamlet me contó su plan teatral. Habría una representación ante el Rey, me dijo. Una de las escenas seria la interpretación de  las circunstancias -según su versión- de la muerte de su padre. Me pidió que todo el tiempo de duración de la obra yo no despegara los ojos de Claudio para ver su reacción.

En la tarde la función comenzó. En una de las escenas, el villano de la obra logra enamorar a la viuda del protagonista asesinado. Y ¡En ese instante detuvieron la obra!

Cuando Polonio llego a avisar que la Reyna quería ver a su hijo, Hamlet estaba emocionado pero no sorprendido. Gertrudis le dijo a Hamlet que estaba avergonzada por la ofensa a su padre tras casarse con su tío.

Unas cuantas palabras después, Hamlet desenvainó su espada. Gertrudis al sentir miedo de ser asesinada gritó: ¡Auxilio! Y Polonio, que estaba escondido, gritó también. Hamlet, creyendo que podía tratarse de Claudio, acuchilló la cortina y Polonio cayó muerto.

Antes de recoger el cuerpo, Hamlet le dijo a su madre que no volviera más a la cama de su tío. Que finja virtud pues el fingimiento se convierte en costumbre y la costumbre se hace virtud. Y cuando lograra finalmente ser virtuosa, Hamlet pediría su bendición.

Hamlet estaba molesto por no haber consumado su venganza ¿Cómo él con un padre asesinado y una madre prostituida seguía sin actuar? Si la sangre no llegaba a sus manos sentía que no tenía valor.

Laertes estaba muy dolido por la muerte de su padre Polonio y Ofelia se volvió loca. Esa locura la llevaría a la muerte, cayó a un pozo y Laertes, fuera de toda vergüenza, se echó a llorar.

Cuando estaban en el entierro, Hamlet apareció y se peleó con Laertes por lo acontecido. Después de que Hamlet llevara ventaja, los separaron. Sin embargo, Claudio le mandó a decir a Hamlet que apostaría en una pelea de él contra Laertes. Hamlet aceptó la propuesta.

Claudio  planeaba con Laertes envenenar a Hamlet en caso de fallar en la pelea. Quizá por esto Hamlet me dijo que tenía un mal presentimiento pero al mismo tiempo él no se veía como perdedor. Pasara lo que pasara, Dios ya lo tenía determinado.

En el encuentro, Hamlet le pidió perdón a Laertes por las ofensas. Laertes aceptó las excusas y le solicitó al cortesano que le cambiara el estoque porque el que tenía en mano era pesado. El cortesano le dio uno envenenado. Por si acaso, Claudio le vertió veneno a la copa de Hamlet. Iban a la segura.

Cuando vi caer al Príncipe, supe que la tragedia se había completado pero que, en efecto, Hamlet no perdió. Después de jurarle cumplir la encomienda de contar su historia y causa, yo, Horacio, lloré.

...

Hamlet coloca a la razón por encima de la ilusión, de la religión, de la resignación. Todo se lo cuestiona. Se critica a sí mismo todo el tiempo y se reta constantemente. Guarda tanto rencor en su corazón que piensa que sus acciones vienen ordenadas por un espíritu de autoridad.

 Se creía incapaz de comprometerse con su causa. Como si de verdad fuera su causa darles su merecido a los demás. Posiblemente buscaba el descanso para su alma pero del modo equivocado ¿Era Hamlet un cobarde? ¿Era un soberbio?

“Qué necio soy” decía Hamlet. Uno no puede quedarse sentado llorando como Magdalena. Hay que actuar y si no lo hacemos, vergüenza debería darnos.

Creo que la gran lección aquí es precisamente eso, podemos tomar el rumbo de nuestro “destino”. Somos seres capaces de controlar nuestras vidas en menor o mayor medida. Debemos madurar para reconocer cuándo es y cuándo no es posible intervenir. Aceptarlo y enfrentarlo según la situación.

¿Qué es más noble? Se preguntaba Hamlet ¿Permanecer impasible ante los avatares de una fortuna adversa o afrontar los peligros de un turbulento mar, terminando con todo de una vez? Obvio, depende.

Para terminar, dejo plasmadas unas frases que me parecieron  fenomenales.

Hamlet hablando solo: Morir es dormir. Durmiendo se acaba la ansiedad y la angustia.

Hamlet al actor: Y en cuanto a los graciosos no les dejéis decir más que lo que el poeta ha escrito para ellos, porque muchos hay que meten morcillas y se ríen para hacer reír a los ignorantes.

Y la mejor de todas, también de Hamlet: Dios no nos dio este gran poder de raciocinio… para que se pudra dentro de nosotros por falta de uso.

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