Reflexión sobre fragmento del monjito Yichang (I)

 

Si pones un caramelo en el agua, el agua no se volverá dulce,

pero si pones una cucharada de vinagre, el agua se volverá muy ácida.

No estarías muy feliz sólo por encontrarte un poco de dinero,

pero si pierdes ese dinero te sentirás muy angustiado.

Una persona no puede mantenerse feliz durante un año por una cosa,

pero puede estar triste durante toda la vida por un trauma.

El estímulo que nos da el sufrimiento siempre es más fuerte que el de la felicidad.

Por eso mucha gente prefiere no tener, por miedo a perder.

Poco a poco no estará ni triste, ni feliz.

Creo que las almas más nobles y valientes son las que están siempre dispuestas a pasar por otro sufrimiento -aun cuando ya han padecido muchos-. Lo hacen porque solamente alguien que ha sufrido suficiente sabe y reconoce lo que es la felicidad.

Por otro lado, muchas personas (algunos dirán que las más cobardes) valoramos más la tranquilidad que otra cosa. Para nosotros un estado de calma sin excitación ni exaltación es la felicidad. Pero ¿Qué pasaría si ese estado de calma actúa como un sedante que nos hace perder el sentido de alerta? Y es que nos sumergimos en la tranquilidad para alejarnos del ruido de la superficie.

Aunque no existe diferencia física entre un ruido y un sonido, ldiferencia radica en cómo el oyente responde a estos. Es decir, el ruido es cualquier sonido que no se quiere escuchar. Huimos del ruido, del sufrimiento, de eso que no queremos sentir, pero al mismo tiempo huimos del sonido, del ritmo y la armonía, de la felicidad. Así, corremos el riesgo de caer a un vacío lo suficientemente profundo para que ya nada pueda estimularnos.

Apatía le llaman unos, paz le llaman otros.

Cuando dejas de comer algo durante mucho tiempo y de repente lo vuelves a probar, el sabor ya no es el mismo o, si es el mismo, tu cuerpo ya no lo tolera igual, entonces, si bien te va, debes darle tiempo a tu cuerpo para que se vuelva a acoplar a ese alimento. Lo mismo ocurre cuando dejas de sentir ciertas emociones durante mucho tiempo. Quizá cuando las tengas enfrente ya no las reconozcas, ya no te son familiares o, si quieres probarlas de nuevo, ya no sepas cómo sentirlas.

Eres lo que consumes, en todo sentido. Si consumes basura, serás basura, pero recuerda que a veces hasta la basura tiene utilidad. Por otro lado, si nada es lo que consumes pues… nada serás. Y objetivamente no hay algo de malo en eso, como dijera El Cuarteto de Nos: si no tienes penas ni amores seguramente tampoco sufres de sinsabores.

Irónicamente, por evitar sinsabores te conviertes en alguien insípido y, si es lo quieres está bien, pero te aseguro que quien no se interesa por sentir, poco se interesa por el rumbo al que se dirige. En consecuencia, tampoco te preocupa saber qué quieres. Y aunque en el fondo sepas que en el ángulo de la vida hay algo más que ser la bisectriz, te sientes cómodo donde estás, te sientes seguro y protegido ¿Para qué salir de ahí si ya sabes lo que te espera?

Dicen que para disfrutar de la calma debes pasar por la tormenta, pero a veces se les olvida que después de la calma también llega la tormenta.

Comentarios

Publicar un comentario

Entradas populares